viernes, 7 de diciembre de 2012

8415

Tú. Entre claroscuros y gritos, sangre coagulada, tú. Allí donde por última vez te vi, allí apareces. Sensación de paz, de que mi alma está, por fin, completa. Quizá he caído presa de las Manos Frías que te nos llevaron, quizá. No estás del todo. No importa. Tu abrazo sigue siendo ese lugar en el que me siento viva, sin planteamientos de qué hago aquí o quien soy (sin ti). Y la magia sucede, mejillas rosas y frías como tú, aquí, flotando en la inmensidad de este nuestro lugar, en el útero del universo, conectados más entre nosotros que con esa madre que sopló vida en nosotros, nuestro cordón umbilical que acaricias con temor estúpido, pues no concibo vida sin ti. Y entonces, sin previo aviso, la luz se apodera de mi habitación, abriendo mis ojos a la realidad de esta cama vacía, de esta vida vacía sin ti, mi media alma llorando tu ausencia. Pero sigo sintiendote, tu presencia es eterna, tus manos siguen, fantasmales, sobre mí. No te vas sin mí, y se que no nos perderemos. Juntos vinimos, juntos nos iremos.

No hay comentarios: