lunes, 14 de noviembre de 2011

Aubergine!

No estoy de acuerdo contigo, J. 

¿Desear no desear no es en sí un deseo?

Al margen de que las berenjenas me resultan... purgantes, dejémoslo ahí, el querer no querer nada para evitar el sufrimiento que desear conlleva, ¿no es en sí mismo un deseo? Y sin anhelos, sin deseos, sin necesidades que te arrastran por un camino irremediablemente, caigas o estés de pie, ¿qué sentido tiene la vida?

¿No es vivir acaso un estado constante de desequilibrio, de lucha? Desear no desear nada suena a rendirse en mi opinión. A veces hay que estar dispuesto a sufrir para conseguir tu berenjena. Perderla dolerá inmensamente, pero conseguirla te dará esa sensación de satisfacción que hace que cada lágrima tenga sentido. Solo hace falta un poco de fé y sudor.

Pienso que vivir es tener deseos y cumplirlos, a pesar de que se sufra en el camino. Para estabilidad y calma ya está la muerte, y sin ilusiones ni esperanzas, ni una meta a la que llegar, hacia donde caminamos, ¿qué sentido tiene andar?

1 comentario:

Jose dijo...

¡Eso es! Renunciar al deseo es tan repugante como las berenjenas (la relación de ideas no fue gratuita). El deseo es el motor de nuestra vida; partimos, de hecho, de un deseo intrínseco por vivir. Uno puede pensar que este mundo podría ser mejor o peor, real o falso, pero es indudable que estamos aquí; aprovechemos las oportunidades que la vida ofrece. Para tumbarse está la tumba.