martes, 4 de mayo de 2010

Ocasiones

Porque sí, porque hay momentos en los que te puedes parar y pensar. Mirar atrás, o hacia delante. Momentos en los que puedes reflexionar, ver lo que ha sucedido, lo que queda por suceder, asimilar lo aprendido y comparar.

Dicen que las comparaciones son odiosas, pero yo no creo que sea así (y ahora Boro diría...'autoverificación, señorita Lady Di, autoverificación'. Un día de estos lo mato. O me lo como con patatas fritas y ketchup. O las dos cosas). El caso, que yo no creo que las comparaciones sean odiosas. Aprendes, y aprender nunca es odioso. Ver lo que tienes, lo que tuviste, lo que podrías tener, y comparar te ayuda a tener una idea más clara de lo que quieres. Y es por eso que no me puedo arrepentir, no totalmente. Solo de no haberme dado cuenta antes.

Y es como le decía ayer a mi gran amigo J., el mundo, las relaciones, no deberían medirse por el numero de conexiones neuronales, el nivel de estudios o ciertas capacidades más o menos relevantes para otros ámbitos como el trabajo o los estudios. Hubo un momento en que creí que sí lo eran. ¿Cómo mantener una conversación interesante sin esas cualidades? Sin embargo, me he sorprendido a mi misma perdiendo la cuenta de las horas conversando sobre las cosas más comunes del mundo, de la vida. Me sorprendió la sutil belleza de lo simple y sencillo.

Tan simple y tan sencillo como un columpio, una cerveza y un casi desconocido a cada lado. Sabe dios, si lo hay, que me costó horrores marchar aquel Lunes de mañana, decir adios a momentos de paz bajo el sol o las estrellas, sin más noción del tiempo que las sombras cada vez más alargadas y los estomagos rugiendo de hambre antes de cenar. Partidos interminables, gritos y secretos, y aquel licor de fresa sin alcohol que sabía a caramelo de aquel que recubre las manzanas caramelizadas. Aquel lugar donde realmente te conocí.

Y tratas por todos los medios de hacerme reir, de verme feliz, que es lo más grande que jamás nadie haya hecho por mí. Me buscas de noche y de día, para reirnos con la masa hasta los codos y harina cubriendo la mitad del cuerpo. O quizá para gritar de miedo con la muerte en los talones, o para que la interpol te busque...¬¬ (no, no se nos va a olvidar. No lo intentes). Y es todo tan bello, tan calmado, tan...inocente, que parece que haya vuelto a la infancia, donde tenía esa sonrisa despreocupada que tu me has devuelto.

Entonces miro atrás, veo los momentos de frenética tensión, de temor, de depresión ante su caída, y se que hice bien. Porque era una flor de un día, florece rápido y se marchita, y yo iba detrás. 


(Jeg elsker deg, weirdo :D)

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