jueves, 20 de octubre de 2011

Recuerdos de una noche de Marzo

Hoy no me quedó más remedio que mirar atrás. Pensar en la distancia que nos separa, forzar un recuerdo. Tus suaves palabras, tu voz, los besos y las miradas, las tonterías que solíamos decir, todo aquello que tuve que enterrar bajo metros de piel y tejido cicatrizado.

Bajo la mirada atenta de una luna fría y melancólica, llegó aquella noche. Tú me dijistes adios, y no tuve elección. No es como si tú la hubieras tenido, pero serena te dije que no pasaba nada, que nada cambiaría nuestra amistad, y que estuvieras donde estuvieras, de algún modo te seguiría.

Lo llevo bien, de costumbre. Es tan facil olvidar a alguien en su ausencia. Me olvidé de tu rostro, de tu voz, de tu mirada, de tu piel, del agua cayendo por tu cuerpo, tu pelo...tu pelo. Aprendimos a vivir sin tenernos cerca, a acallar la voz que nos decía que eso no estaba bien, a negar la realidad con la esperanza de que la mentira se volviera verdad algún día de tanto repetirla.

Y así fue.

Tú has seguido adelante, como yo hice, como sigo haciendo. Hemos olvidado lo que sentimos, cerrando la herida y pensando que jamás se infectaría. Quiero alegrarme por ti, y lo hago, porque una parte de mí sabe que si te ato, si te hago infeliz, mataré lo poco que me queda de alma. Así que me atengo a las normas, a sabiendas de que tú harás lo propio. Es lo justo.

Pero llore lo que llore, pase lo que pase, aun a sabiendas de que estoy rompiendo todas las reglas habidas y por haber, más alla de los campos solares y las llanuras saladas que son el mar que nos separa, siempre recordaré noches como aquella en la que derramé Kahlua sobre ti al ritmo de tu líquida voz, embriagada por algo más que el alcohol.

Nada puede quitarme eso.

T'aim i' ngrá leat, mo beag faolain.

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